martes, 5 de mayo de 2020

MIEDO A LA MUERTE EN LOS NIÑOS

Estimadas Familias,

Estamos viviendo una situación muy complicada y,  a lo mejor vuestros hijos os están haciendo preguntas con respecto al tema de la muerte; o incluso, habéis vivido la pérdida de algún familiar o ser querido y no sabéis como tratar el tema con vuestros hijos.
En el siguiente documento os damos pautas u orientaciones para tratar el tema.




MIEDO A LA MUERTE EN LOS NIÑOS

CONCEPTO

          Los estudios empíricos sobre el concepto de la muerte en los niños son especialmente ratos y la mayoría del material existente se encuentra en viejas publicaciones.

          Desde la perspectiva de la psicología evolutiva, Jean Piaget destaca que el niño carece de lenguaje y de capacidad para el pensamiento abstracto, obstáculo para que los adultos puedan comprender cuál es su experiencia interna.

          Según Freud el niño pequeño no capta las verdaderas implicaciones de la muerte y pensaba que la muerte tenía poca importancia en su desarrollo psíquico.

          Para Malenie Klein, el miedo a la muerte es parte de las primeras experiencias infantiles.

          John Bowlby (Teoría del Apego) sostiene que los niños menores de diez años no temen a la muerte y que este miedo es posterior y aprendido y sólo importante porque se equipara a la separación.

          Rollo May, psicólogo y psicoterapeuta existencialista, afirma que los miedos infantiles son formas objetivadas de angustia  subyacente.

          Existe en la mayoría de los teóricos y en investigaciones conductistas una omisión al miedo a la muerte. Para Irvin D. Yalom esta omisión es porque existe a este respecto un proceso activo de representación derivado de la tendencia universal de la humanidad a negar la muerte, tanto en la vida personal como en la actividad profesional.



ERRORES QUE PODEMOS COMETER

          Es frecuente incurrir en errores llegado el momento de comunicarle a un niño el fallecimiento de un ser querido, o el de una persona de su entorno con la que guarde más o menos relación. Es habitual que los adultos actúen con temor y elaboren planteamientos innecesariamente complicados al no tener en cuenta que los niños tienen las ideas mucho más claras de lo que los mayores creen. Aunque cognitivamente los niños no entienden la muerte con los mismos códigos que rigen en la edad adulta, están suficientemente capacitados para detectar una pérdida significativa, y es importante que los adultos lo tengan en cuenta, fundamentalmente para intervenir precozmente contra los miedos, la inseguridad y el dolor  que suelen manifestarse tras una pérdida.

          Algunas explicaciones como “mamá se ha ido de viaje” o “el abuelo te está viendo desde el cielo”, tienen una utilidad más que dudosa, ya que lo prioritario en los primeros momentos no es ofrecer explicaciones, sino transmitir seguridad al niño para paliar los efectos que percibe tras la pérdida. Por ejemplo, es imperativo que el niño no note que se alteran sus rutinas; algo tan básico como asegurarle su paseo, su hora de comida…etc será importante para que su subconsciente no detecte señales de alerta; del mimo modo, prestarles una atención constante y abrazarles con frecuencia, son medidas más efectivas que ofrecerles explicaciones de algo que los propios adultos no entienden, no aceptan y ni siquiera aún creen que sea real.

          Obviamente, la actitud a adoptar ante el niño no variará según la edad y grado de madurez. Por lo general, cuando ya poseen cierta fluidez en el habla (lo que sucede, más o menos, a partir de los 4 o 5 años), es conveniente que los padres ofrezcan a los niños una explicación concisa, sin rodeos y adaptada a su edad, sus dudas y al grado de curiosidad que manifiesten. Es de esperar que el niño formule una serie de ¿por qué? Encadenados uno tras otro, que por lo general conducen a una pregunta que el adulto se siente incapaz de responder.



PAUTAS A SEGUIR:

1.    Conviene explicarles el ciclo de la vida tanto en las personas como en el resto de los seres vivos: nacemos, crecemos, vivimos y finalmente morimos.

2.    Promover por encima de todo la seguridad del niño, y aún más cuando el fallecido sea uno de los progenitores o una figura de apego importante, pues en estos casos, además de experimentar tristeza, al niño le inquietará lo que podría suceder si muriera el otro progenitor, así como las pérdidas inherentes en su seguridad y en su confort: “quién me llevará al colegio ahora”….etc. La estabilidad emocional del niño entrará en un equilibrio precario y dependerá sobre todo de su seguridad en que sus rutinas y necesidades básicas van a seguir cubiertas y garantizadas.

3.     Nunca se debe mentir al niño. Cómo se ha dicho anteriormente de utilizar “se ha ido de viaje” podría fomentar falsas esperanzas de que la persona fallecida vaya a regresar algún día; tampoco se debe relacionar la muerte con las enfermedades “murió porque estaba malito” para evitar que, por asociación, el niño sienta miedo a morir cada vez que enferme, él o un ser querido; igualmente, recurrir a una comparación del tipo “el abuelo se quedó dormido”, podría desencadenar un trastorno del sueño.

4.    Hay que respetar el derecho del niño manifestar su pena, teniendo en cuenta, que en la infancia, este sentimiento se exterioriza muchas veces a través de desobediencia, enfados o rabietas, ante las cuales habrá que mantener la calma, dialogar, que los adultos le digan al niño que le comprenden y que también ellos se sienten mal. Es muy importante que los niños interioricen que los sentimientos son algo normal y que lo deseable es manifestarlos y no reprimirlos.

5.     Se debe responder siempre a las preguntas del niño sin cambiar de tema para evitar fomentar tabúes y que el niño crea que al adulto no le importan sus inquietudes. Ya se han apuntado la importancia de que, al responder a sus preguntas, no se le ofrezcan al niño más explicaciones de las que pida, para evitar crearle conflictos que tal vez nunca se habrían planteado.

6.    No hay que responder a los niños con mentiras, ni tampoco maquillarles la realidad para protegerlos. Se les debe hacer llegar la verdad adecuándola a su edad, sin dramatismos y sin entrar en detalles innecesarios susceptibles de dañar su sensibilidad. Es un error creer que los niños no están preparados para entablar contacto con determinadas situaciones, motivo por el cual se les dulcifica la realidad con mentiras que les crean desconcierto, les abren las puertas  de la imaginación y les predisponen inventar realidades alternativas que, a la larga, acaban perjudicándoles.


A modo de resumen, se podría decir que es normal que los niños pasen una fase de duelo como los adultos, otros sin embargo, no expresan sus sentimientos verbalmente. Para otros niños su desahogo suele ser a través del juego o de dibujos. En todo caso, deben proporcionales apoyo afectivo, comprensión y facilitarles, sin agobios, que expresen sus sentimientos.


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