Estamos viviendo una situación muy complicada y, a lo mejor vuestros hijos os están haciendo preguntas con respecto al tema de la muerte; o incluso, habéis vivido la pérdida de algún familiar o ser querido y no sabéis como tratar el tema con vuestros hijos.
En el siguiente documento os damos pautas u orientaciones para tratar el tema.
MIEDO A LA MUERTE EN LOS NIÑOS
CONCEPTO
Los estudios empíricos sobre el concepto
de la muerte en los niños son especialmente ratos y la mayoría del material
existente se encuentra en viejas publicaciones.
Desde
la perspectiva de la psicología evolutiva, Jean
Piaget destaca que el niño carece de lenguaje y de capacidad para el
pensamiento abstracto, obstáculo para que los adultos puedan comprender cuál es
su experiencia interna.
Según
Freud el niño pequeño no capta las
verdaderas implicaciones de la muerte y pensaba que la muerte tenía poca
importancia en su desarrollo psíquico.
Para
Malenie Klein, el miedo a la muerte
es parte de las primeras experiencias infantiles.
John Bowlby (Teoría del Apego) sostiene
que los niños menores de diez años no temen a la muerte y que este miedo es
posterior y aprendido y sólo importante porque se equipara a la separación.
Rollo May, psicólogo y psicoterapeuta
existencialista, afirma que los miedos infantiles son formas objetivadas de angustia subyacente.
Existe
en la mayoría de los teóricos y en investigaciones conductistas una omisión al
miedo a la muerte. Para Irvin D. Yalom
esta omisión es porque existe a este respecto un proceso activo de
representación derivado de la tendencia universal de la humanidad a negar la
muerte, tanto en la vida personal como en la actividad profesional.
ERRORES QUE PODEMOS COMETER
Es
frecuente incurrir en errores llegado el momento de comunicarle a un niño el
fallecimiento de un ser querido, o el de una persona de su entorno con la que
guarde más o menos relación. Es habitual que los adultos actúen con temor y
elaboren planteamientos innecesariamente complicados al no tener en cuenta que
los niños tienen las ideas mucho más claras de lo que los mayores creen. Aunque
cognitivamente los niños no entienden la muerte con los mismos códigos que
rigen en la edad adulta, están suficientemente capacitados para detectar una
pérdida significativa, y es importante que los adultos lo tengan en cuenta,
fundamentalmente para intervenir precozmente contra los miedos, la inseguridad
y el dolor que suelen manifestarse tras
una pérdida.
Algunas explicaciones como “mamá se ha ido de viaje” o “el
abuelo te está viendo desde el cielo”, tienen una utilidad más que dudosa, ya
que lo prioritario en los primeros
momentos no es ofrecer explicaciones, sino transmitir
seguridad al niño para paliar los efectos que percibe tras la pérdida. Por
ejemplo, es imperativo que el niño no note que se alteran sus rutinas; algo tan
básico como asegurarle su paseo, su hora de comida…etc será importante para que
su subconsciente no detecte señales de alerta; del mimo modo, prestarles una
atención constante y abrazarles con frecuencia, son medidas más efectivas que
ofrecerles explicaciones de algo que los propios adultos no entienden, no aceptan
y ni siquiera aún creen que sea real.
Obviamente, la
actitud a adoptar ante el niño no variará según la edad y grado de madurez. Por
lo general, cuando ya poseen cierta fluidez en el habla (lo que sucede, más o
menos, a partir de los 4 o 5 años), es conveniente que los padres ofrezcan a
los niños una explicación concisa, sin rodeos y adaptada a su edad, sus dudas y
al grado de curiosidad que manifiesten. Es de esperar que el niño formule una
serie de ¿por qué? Encadenados uno tras otro, que por lo general conducen a una
pregunta que el adulto se siente incapaz de responder.
PAUTAS A SEGUIR:
1. Conviene
explicarles el ciclo de la vida tanto en las personas como en el resto de los
seres vivos: nacemos, crecemos, vivimos y finalmente morimos.
2. Promover por encima de todo la seguridad
del niño, y aún más cuando el fallecido sea uno de los progenitores o
una figura de apego importante, pues en estos casos, además de experimentar
tristeza, al niño le inquietará lo que podría suceder si muriera el otro
progenitor, así como las pérdidas inherentes en su seguridad y en su confort: “quién
me llevará al colegio ahora”….etc. La estabilidad emocional del niño entrará en
un equilibrio precario y dependerá sobre todo de su seguridad en que sus
rutinas y necesidades básicas van a seguir cubiertas y garantizadas.
3. Nunca se debe mentir al niño. Cómo se
ha dicho anteriormente de utilizar “se ha ido de viaje” podría fomentar falsas
esperanzas de que la persona fallecida vaya a regresar algún día; tampoco se
debe relacionar la muerte con las enfermedades “murió porque estaba malito”
para evitar que, por asociación, el niño sienta miedo a morir cada vez que
enferme, él o un ser querido; igualmente, recurrir a una comparación del tipo “el
abuelo se quedó dormido”, podría desencadenar un trastorno del sueño.
4. Hay que respetar el derecho del niño
manifestar su pena, teniendo en cuenta, que en la infancia, este sentimiento se
exterioriza muchas veces a través de desobediencia, enfados o rabietas, ante
las cuales habrá que mantener la calma, dialogar, que los adultos le digan al
niño que le comprenden y que también ellos se sienten mal. Es muy importante
que los niños interioricen que los sentimientos son algo normal y que lo
deseable es manifestarlos y no reprimirlos.
5. Se debe responder siempre a las preguntas
del niño sin cambiar de tema para evitar fomentar tabúes y
que el niño crea que al adulto no le importan sus inquietudes. Ya se han
apuntado la importancia de que, al responder a sus preguntas, no se le ofrezcan
al niño más explicaciones de las que pida, para evitar crearle conflictos que
tal vez nunca se habrían planteado.
6. No hay
que responder a los niños con mentiras, ni tampoco maquillarles la realidad
para protegerlos. Se les debe hacer
llegar la verdad adecuándola a su edad, sin dramatismos y sin entrar en
detalles innecesarios susceptibles de dañar su sensibilidad. Es un error creer
que los niños no están preparados para entablar contacto con determinadas
situaciones, motivo por el cual se les dulcifica la realidad con mentiras que
les crean desconcierto, les abren las puertas
de la imaginación y les predisponen inventar realidades alternativas
que, a la larga, acaban perjudicándoles.
A modo
de resumen, se podría decir que es normal que los niños pasen una fase de duelo
como los adultos, otros sin embargo, no expresan sus sentimientos verbalmente.
Para otros niños su desahogo suele ser a través del juego o de dibujos. En todo
caso, deben proporcionales apoyo afectivo, comprensión y facilitarles, sin
agobios, que expresen sus sentimientos.
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